Un día en los zapatos de un recolector

Recolección

En las primeras horas del día, cuando el sol apenas se asoma en el horizonte, nuestros recolectores de café ya están en movimiento. Con cestas en mano, se adentran en los frondosos campos de cafetales, listos para comenzar su jornada. El aire fresco de la mañana está impregnado con el aroma tentador del café maduro, una promesa de las delicias que están por venir.
El trabajo de los recolectores es meticuloso y requiere destreza. Con cuidado, seleccionan los granos de café que han alcanzado la madurez perfecta, dejando atrás aquellos que aún necesitan tiempo para desarrollarse plenamente. Cada gesto está impregnado de experiencia y conocimiento acumulado a lo largo de generaciones, una herencia que se transmite de padres a hijos.
A medida que avanza la mañana, el sol alcanza su cenit y el calor se intensifica. Sin embargo, nuestros recolectores no se detienen. Continúan su labor con determinación, sabiendo que cada grano recolectado es un paso más hacia la excelencia. Entre conversaciones animadas y risas compartidas, el trabajo en el campo se convierte en una danza armoniosa, donde cada movimiento está sincronizado con el ritmo de la naturaleza.
Con el transcurso de las horas, las cestas se llenan y los recolectores regresan al centro de la finca. Allí, los granos recién cosechados son cuidadosamente inspeccionados y clasificados, asegurando que solo los mejores lleguen a su destino final. Este proceso requiere paciencia y atención al detalle, pero nuestros recolectores lo realizan con orgullo, sabiendo que su trabajo es fundamental para la calidad de nuestro café.
Al caer la tarde, el sol se oculta tras las montañas, pintando el cielo con tonos dorados y naranjas. Es hora de poner fin a otra jornada en la finca, pero el trabajo de nuestros recolectores está lejos de terminar. Mientras se retiran a sus hogares, llevan consigo el cansancio en sus cuerpos, pero también la satisfacción de haber contribuido a la tradición centenaria del café en Veracruz.
Así concluye un día en la vida de un recolector de café en nuestra finca. Desde el amanecer hasta el anochecer, su labor es un tributo a la pasión y el compromiso que caracterizan a nuestra tierra y a nuestra gente. Y gracias a ellos, cada taza de café que disfrutas lleva consigo el esfuerzo y el amor de aquellos que lo han cultivado con esmero.